Todos nacemos iguales. O al menos eso quieren enseñarnos, no? Dos pulmones, dos riñones, un hígado, un cerebro... Y un corazón. O serán dos? El que siente, y el que late... No pueden ser los mismos, porque sino moriríamos cuando nos lo parten. No, uno no muere cuando le hacen añicos el corazón, solo se transforma. Cuando el daño es irreparable, deja de ser quien era. Quizás incluso deja de ser humano.
Al principio, todo era gris. Luego la conocí y, a cambio de dejar mi corazón en sus manos, llenó mi vida de colores. De todos los colores. No hubo forma de elegir cuales eran los tonos, la gama, ni las cantidades. Gamas de verdes responsables, rojos pasionales, azules de rutina, amarillos de trinos, rosados de fantasía, púrpuras tensos, y blancos y negros se mezclaron, llenando mi alma. Hasta que de pronto me fue arrebatada por un nuevo lienzo, un lienzo limpio para empezar de nuevo, y se olvido de regresarme el pago antes de irse. Aquel que intercambie por mantener los colores hasta terminar la obra.
Fue una sensación extraña. Como si de repente, todo trinar de las aves molestara a los oídos, o como si el brillo del día solo fuera una molestia, pero lo peor, fue como si todo mi cuerpo acabase de quebrarse, ahora sin ton ni arte, y esta vez, el dolor era tal, que no había como controlarlo, se convirtió en fuego, y su llama termino convertida en un incendio que ardió fuerte hasta consumirme en un momento.
En mi memoria solo estaba su voz llamando mi nombre, y luego aquel mensaje de texto, aquellas palabras que no lograba digerir. No tuve que correr: no había a donde huir. Cada calle, cada olor, incluso respirar me recordaba a todos los colores de ella. Y aquel lugar donde un corazón estuvo alguna vez, de pronto se sentía lleno de vidrio, crujiente, peligroso, y ensangrentado. Y aunque estaba asustada, llegó un punto en que hasta el miedo se quedó corto, y mis pies recorrían calles y mis manos realizaban trabajos, y mi vida volvió a su descolorido habitual. Pero mi corazón nunca volvió. Y la masa de vidrios de mi pecho fue capaz de desarrollar alguno que otro sentir. Principalmente dolía, pero descubrí que las distracciones ayudaban. Y al no tener corazón, los sentimientos más humanos parecían ausentarse de mi descolorida alma, permitiendo q mi cerebro y su frialdad guiasen mis acciones para saciar meramente los caprichos mas apremiantes.
Los días eran todos iguales. No había diferencia entre lunes o sábado. Y lo mismo con la gente. Nada que produjese un poco de arte en mi alma. Hasta que un día la vi. Estaba maltrecha, y se notaba que hacía tiempo que no la cuidaban, pero supe que sería suficiente por el modo en que mis cristales en mi pecho, por primera vez en un largo tiempo, No crujían ni se sentían... Y no como el aletargamiento que las otras distracciones proporcionaban, sino diferente... Como si ya no se clavaran...
Me acerqué, mas que insegura de que de hecho tuviese dueño, y la tome. Su porcelana estaba sentida, pero aun permanecía la belleza que albergaba desde un principio, y al tocarla, una gira de color embargo mis sentidos. Sus cabellos necesitaban atención. Quizás un poco de cariño.
Y sin notar donde estaba parada, y sin atreverme a llevármela, decidí usarla. Jugué con ella, y todos los días que podía, iba al mismo lugar para encontrarla. Y me hizo saber con sus detalles que nadie iba a reclamarla...
Pero aun los otros recuerdos permanecen, y se mezclan con esta desazón que embarga desde hace tiempo mi vida, así que no me la llevé. No tengo donde resguardarla. Por ahora solo jugare con ella y la cuidare, pues el cuidarla, poco a poco, parece darle colores nuevos a mi alma... Rosa dulce, amarillos cálidos, naranja vivo, azul calma, verdes frescos, toda una paleta... Y blancos y negros...
Al principio, todo era gris. Luego la conocí y, a cambio de dejar mi corazón en sus manos, llenó mi vida de colores. De todos los colores. No hubo forma de elegir cuales eran los tonos, la gama, ni las cantidades. Gamas de verdes responsables, rojos pasionales, azules de rutina, amarillos de trinos, rosados de fantasía, púrpuras tensos, y blancos y negros se mezclaron, llenando mi alma. Hasta que de pronto me fue arrebatada por un nuevo lienzo, un lienzo limpio para empezar de nuevo, y se olvido de regresarme el pago antes de irse. Aquel que intercambie por mantener los colores hasta terminar la obra.
Fue una sensación extraña. Como si de repente, todo trinar de las aves molestara a los oídos, o como si el brillo del día solo fuera una molestia, pero lo peor, fue como si todo mi cuerpo acabase de quebrarse, ahora sin ton ni arte, y esta vez, el dolor era tal, que no había como controlarlo, se convirtió en fuego, y su llama termino convertida en un incendio que ardió fuerte hasta consumirme en un momento.
En mi memoria solo estaba su voz llamando mi nombre, y luego aquel mensaje de texto, aquellas palabras que no lograba digerir. No tuve que correr: no había a donde huir. Cada calle, cada olor, incluso respirar me recordaba a todos los colores de ella. Y aquel lugar donde un corazón estuvo alguna vez, de pronto se sentía lleno de vidrio, crujiente, peligroso, y ensangrentado. Y aunque estaba asustada, llegó un punto en que hasta el miedo se quedó corto, y mis pies recorrían calles y mis manos realizaban trabajos, y mi vida volvió a su descolorido habitual. Pero mi corazón nunca volvió. Y la masa de vidrios de mi pecho fue capaz de desarrollar alguno que otro sentir. Principalmente dolía, pero descubrí que las distracciones ayudaban. Y al no tener corazón, los sentimientos más humanos parecían ausentarse de mi descolorida alma, permitiendo q mi cerebro y su frialdad guiasen mis acciones para saciar meramente los caprichos mas apremiantes.
Los días eran todos iguales. No había diferencia entre lunes o sábado. Y lo mismo con la gente. Nada que produjese un poco de arte en mi alma. Hasta que un día la vi. Estaba maltrecha, y se notaba que hacía tiempo que no la cuidaban, pero supe que sería suficiente por el modo en que mis cristales en mi pecho, por primera vez en un largo tiempo, No crujían ni se sentían... Y no como el aletargamiento que las otras distracciones proporcionaban, sino diferente... Como si ya no se clavaran...
Me acerqué, mas que insegura de que de hecho tuviese dueño, y la tome. Su porcelana estaba sentida, pero aun permanecía la belleza que albergaba desde un principio, y al tocarla, una gira de color embargo mis sentidos. Sus cabellos necesitaban atención. Quizás un poco de cariño.
Y sin notar donde estaba parada, y sin atreverme a llevármela, decidí usarla. Jugué con ella, y todos los días que podía, iba al mismo lugar para encontrarla. Y me hizo saber con sus detalles que nadie iba a reclamarla...
Pero aun los otros recuerdos permanecen, y se mezclan con esta desazón que embarga desde hace tiempo mi vida, así que no me la llevé. No tengo donde resguardarla. Por ahora solo jugare con ella y la cuidare, pues el cuidarla, poco a poco, parece darle colores nuevos a mi alma... Rosa dulce, amarillos cálidos, naranja vivo, azul calma, verdes frescos, toda una paleta... Y blancos y negros...
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